Rodeada de mujeres, aprendió muy temprano a tomar decisiones. Llegó para suplir una vacante en Polar y se retira 38 años más tarde, con dos nietos y un hombre que la inmortalizó en su propia obra.
Texto: Alicia Macci. Fotos: Iván Fraga.
Rodeada del mejor gusto posible, Carlota Leret marca el inicio de toda conversación reclamando a la vida una deuda muy vieja: “¡Nunca tuve infancia!”. El responsable fue Franco. El escenario, España. Así comienza, la historia de esa mujer que se reconoce heredera de una figura más grande: su propia madre.
Nieta de músicos. Hija de una escritora y un aviador. Pieza importante dentro de una familia culta, que perdió a los hombres, pero conservó las ideas, superando privaciones y revelándose contra toda represión, Leret termina agradeciendo el precio de ese pasado que le auguró el cielo actual.
La casa repleta de maravillas traídas del mundo entero, un par de nietos muy rubios y el retrato perfecto de un hombre que la inmortalizó en las páginas de un libro reconocido y premiado. Todo parece girar en torno a ella, aplaudiéndole la elegancia, celebrando su cabello rojo y robando tiempo a una vieja pasión: el trabajo.
EN BUSCA DE LA TIERRA NEGADA
Carlota Leret recrea los hechos y personajes de esos primeros años negados a sueños y a juegos. “Mi padre fue fusilado. Mi madre estuvo presa por motivos políticos”. Partiendo de estas dos referencias nace la heroína, que salió de la cárcel, recuperó a sus dos hijas y les cambió el rumbo en la vida. “Pérez Jiménez llegó al poder y detrás venimos a Caracas mi mamá, mi hermana y yo. Tres mujeres ayudadas por el destino, porque definitivamente fue ese último factor quien nos trajo a Venezuela”.
Sin dinero, con tres visas canceladas y la palabra de un amigo, la primera Leret arrastró a su descendencia a un puerto en las Islas Canarias y las montó en un barco con el norte puesto en Punto Fijo.
“Nosotras llegamos al país a través de un amigo, también periodista, que le procuró un contrato a mi madre en un periódico y facilitó la inmigración y estadía de una española con antecedentes penales y dos niñas confiadas legalmente a la potestad de sus abuelos paternos”.
- ¿POR QUÉ NO TENÍA SU MADRE LA PATRIA POTESTAD DE USTEDES?
“Por sus ideas republicanas. Mi abuelo se las quitó, argumentando que ella tenía conductas izquierdistas. Recuerdo muy bien lo difícil que resultó nuestra salida de Europa. Vivíamos en Barcelona cuando mi madre decidió marcharse a América Latina. Realizó todas las gestiones, sellaron nuestras respectivas visas en el pasaporte y ¡pof!, vino el golpe de Pérez Jiménez y le exigieron a mamá la presentación de sus antecedentes penales. Como consecuencia, nos negaron inmediatamente la visa y comenzó el problema. Habíamos vendido todo, no teníamos un centavo, sólo los pasajes para viajar a las Islas Canarias y embarcarnos definitivamente rumbo a Venezuela, pero no podíamos entrar al país. Al final, todo salió bien”.
- Bien. Pero, ¿CÓMO HICIERON?
“¡Mi madre!. Un día nos tomó del brazo y nos llevó a Canarias. Allí conversó con el capitán del barco, le contó toda la verdad. La veo sacando los pasaportes y mostrándole a aquel señor su contrato con el periódico. Inmediatamente él aceptó el riesgo y traernos al país. Si las cosas iban mal, él prometía regresarnos a España. Fue un viaje muy bonito. Dormíamos en un camarote de lujo, pero vivíamos pendientes de la llegada. Fueron momentos realmente angustiosos”.
- ¿NO TUVIERON QUE REGRESAR?
No. Al llegar al puerto nos estaba esperando el amigo de mamá, con las visas nuevas. Jamás estuvimos ilegales en Venezuela.

Fotos: Iván Fraga.
25 AÑOS DESPUÉS
Una pensión por los lados de Quinta Crespo. “Un patio, un jardín y nuestra habitación. Al principio no teníamos dinero y la señora nos dejó quedarnos. Era otra época, pero con todo y eso, el ambiente y las costumbres nos resultaron extrañas. Tanto, que un día mi madre nos invitó a una cafetería cercana al Congreso y en medio de tres refrescos nos consultó: ¿Qué hacemos?. ¿Regresamos a España o nos quedamos en Venezuela?. Se preguntó e inmediatamente respondió ella misma: esperamos un mes, nos volvemos a reunir aquí y tomamos una decisión”.
El día en que las tres mujeres cumplieron 25 años en el país, la mayor de las Leret arrastró a sus dos hijas a una cita postergada desde la década de los cincuenta. Solas, superando las protestas de hijos, nietos, esposos, recorrieron el centro y buscaron un pasado demolido por los años. Ya no había cafetería ni pensión donde recordar. A pesar de eso, sintieron nostalgia de todo aquello, se rieron mucho y celebraron la llegada a Venezuela.
TRAS LA PISTA DE UN ARCHIVO
- ¿QUÉ PASÓ DURANTE ESOS 25 AÑOS?
“Empecé la universidad. Dejé la universidad. Comencé a trabajar. Llegué a Polar para hacer una suplencia y, sin darme cuenta transcurrieron 38 años”.
- VOLVAMOS AL PRINCIPIO. ¿QUÉ ESTUDIÓ EN LA UNIVERSIDAD?. ¿POR QUÉ ABANDONÓ LA CARRERA?
“Lógicamente yo realicé una parte de mis estudios en España y completé la secundaria en Venezuela. Entré en la universidad para estudiar física, pero me retiré por razones económicas. Mi madre no podía seguir sola con toda la carga. Así es que salí a la calle y conseguí mi primer empleo como telefonista”.
Imagen 2. pág12 – (Carlota Leret rinde homenaje a sus orígenes moros, en medio de una casa inspirada en los patios, ventanas y salones de Palmyra, una ciudad del desierto.)
- ¿EN POLAR?
“No en IBM. Recuerdo que me hicieron una prueba y salí estupendo. Era lógico, venía de la universidad, donde adquirí un pensamiento lógico y una capacidad analítica que siempre me han sido muy útiles. También hay que tomar en cuenta que yo crecí rodeada de gente culta, personas que me transmitieron una serie de conocimientos y experiencias invalorables”.

Fotos: Iván Fraga.
-DESPUÉS DE IBM…
“Trabajé en una agencia de automóviles e inmediatamente ingresé a Polar. La historia es más o menos esta. Hay un amigo de la casa que trabaja en ARS Publicidad, compañía que se encargaba de las promociones de Polar. El me habla de una vacante en la compañía, me dice que es una cervecería nueva, donde hay oportunidades de crecer. Y yo me decido y termino entrando con el fin de realizar una suplencia”.
-¿HACIENDO QUÉ?
“Entré como telefonista. Ya era una experta. Al poco tiempo regresó la persona y me ofrecieron quedarme en Polar, al frente del archivo. Nunca antes había archivado un papel, pero fue fácil, sólo se requería tener lógica. Un poquito de sentido común. A mi me gustaba mucho leer. Revisaba prácticamente todas las cartas. Me interesaba todo lo que decían. Esa labor resultó muy valiosa, tomando en cuenta que la vida de una empresa pasa por su correspondencia”.
“Un día se presentó una vacante en el departamento de importaciones, y me llamaron. El doctor Mendoza dijo: “Lotti, ahí tienes la oportunidad. ¿Te atreves a asumirla?”.
Yo contesté que sí. De esta forma alcancé la jefatura del departamento y la presidencia de “H.A.T.” C.A, narra orgullosa y reclama: “No fue fácil. Yo era una mujer, una mujer joven que trabajaba con una cantidad enorme de hombres, muchos de ellos extranjeros. Pero demostré tener carácter, les enseñé que era una persona responsable y con mucha personalidad y eso se respeta”.
Mientras tanto Carlota Leret, Lotti, para propios y extraños, dedicó su mente y energía a la adquisición de materias primas. “Compras locales e importaciones. Repuestos, maquinarias e insumos para hacer cerveza. Fletes aéreos y marítimos. Relaciones Aduanales”.
- ¿HABLAMOS SOLAMENTE DE LAS MATERIAS PARA HACER CERVEZA?
“Si y no. Por ejemplo, yo tuve una participación importante en la organización del Departamento de Importaciones y Compras en Promasa. Un día me llamó el doctor Mendoza para decirme: ‘Lotti, tenemos un problema en Promasa. Yo necesito que usted vaya a Chivacoa y organice las compras’. Durante mucho tiempo fui todas las semanas, a la fábrica de Chivacoa”.
- ¿ESTABA CASADA?
“Sí, y además tenía una hija. Mi única hija”.
- ¿CUÁNTAS HORAS TRABAJABA AL DÍA?
“Trabajaba muchísimo. Hay que considerar que yo soy la primera mujer ejecutiva que tiene la empresa… No sé, empezaba a las siete y treinta de la mañana y me marchaba después de las cinco… Toda mi vida ha girado en torno a Polar. Tuve una sola hija. Luego me divorcié y me volví a casar”.
- ¿CUÁNTOS AÑOS DURÓ SU PRIMER MATRIMONIO?
“Diez y seis años. Con Héctor no sé cuántos años llevo casada. Tengo 19 años conociéndolo. Pero hay que preguntarle a él cuándo nos casamos”.
TEMPLE MORO
Rodeada de una construcción de marcado estilo árabe, pero basado en líneas más modernas, Carlota Leret rinde homenaje a sus orígenes moros, en medio de una casa inspirada en los patios, ventanas y salones de Palmyra, una ciudad del desierto, por donde antiguamente pasaban caravanas cargadas de hombres de cabello prieto y piel oscura.
Todos los detalles están cuidados, ni un cenicero puede escapar a los rigores de una decoración que ha crecido en las escapadas a Marruecos y la propia Granada.
Durante años, Carlota Leret odió a España. Durante años, evitó toda referencia y visita al lugar. Un día se reconcilió con el país que le imprimió el carácter, la personalidad y el acento que todavía conserva. Regresó junto a Héctor y logró reconciliarse con la música, con su belleza y su arquitectura.
Mientras escribe, mientras publica sus obras y recibe “el justo reconocimiento”. Héctor adora a Carlota. Junto a sus nietos muy rubios. Unida a la única hija, descendiente de un llanero. La hija “del general”. Celosa del recuerdo de su madre, heredera de sus libros y de la fuerza de la mujer que le cambió el rumbo en la vida. Carlota Leret no tuvo infancia ni festejó su adolescencia. Pero, con los años, la vida supo pagar la deuda.
HABLAN LOS PAPELES
Curiosa, pendiente de ver y de aprehender toda la información que la rodeaba, Carlota Leret comenzó a clasificar y codificar los datos que arrojaban los inventarios y las cifras de consumo de cada una de las materias primas. “Tomé mi libro negro. ¡El famoso libro negro!, y comencé a registrar el consumo mensual de cada insumo y los litros de cerveza que se producían cada 30 días. Al cabo de unos cuantos meses ya sabía cuántos cocimientos se realizaban mensualmente y la cantidad de materia prima consumida.
Poco a poco fui comparando los números y obtuve las cantidades aproximadas que se utilizaban las distintas variedades de malta, lúpulo, polvos filtrantes, y otros, para la elaboración de un hectolitro de cerveza. En esa época, esas proporciones estaban celosamente guardadas.
Un día me acerqué al doctor Wittl y le comuniqué la conveniencia de colocar pedidos, por cantidades determinadas de maltas, para cubrir las necesidades futuras. El inmediatamente contestó entre sorprendido y desconfiado: “Y usted, ¿cómo sabe tanto?”. Me hizo sonreír su asombro, en realidad todo estaba en los papeles que oficialmente llegaban a mi escritorio.
Así comenzó una de las actividades más importantes de “H.A.T.” C.A., la logística de materias primas”.
Mocci, Alicia. (Marzo-Abril, Caracas, 1994). Fotos: Iván Fraga. Carlota Leret. Notas Polarizadas, 10-13. #242, Empresas Polar.